Tino Calero. Secretario General de UGT-PV

Este Primero de Mayo no es uno más para mí. Es el primero que conmemoro como secretario general de UGT-PV, y no puedo evitar sentir una mezcla de orgullo, responsabilidad y gratitud. Orgullo por representar a tantas trabajadoras y trabajadores que día a día con su compromiso sostienen nuestra sociedad. Responsabilidad porque sé que cada derecho que defendemos es el fruto de generaciones de lucha y sacrificios. Y gratitud, porque pertenecer a este movimiento colectivo que representa la UGT, y por extensión el sindicalismo de clase,es también una forma de construir un futuro mejor.

Hoy, más que nunca, entendemos que proteger lo conquistado no es un acto de nostalgia: es una necesidad. Vivimos tiempos en los que todo aquello que parecía seguro —los derechos laborales, la sanidad pública, la educación, la igualdad— vuelve a estar en riesgo. Y, además, sabemos que el futuro que queremos no llegará solo con desearlo: tendremos que ganarlo mediante el esfuerzo colectivo.

Miremos alrededor. A nivel internacional, las guerras en Palestina y Ucrania nos recuerdan que la paz, la justicia y los derechos humanos nunca son conquistas definitivas. Nos recuerdan que la indiferencia y el silencio también son formas de complicidad. Desde aquí, desde nuestras calles, diremos alto y claro que no aceptamos la violencia ni la barbarie, y que seguimos creyendo en la paz y en la solidaridad como el único camino posible.

Pero también aquí, en nuestra tierra, hemos vivido situaciones que no podemos ni queremos olvidar. La DANA del pasado 29 de octubre golpeó duramente las comarcas valencianas, dejando a su paso graves inundaciones, daños materiales incalculables y, lo más doloroso, 228 víctimas mortales. No fueron solo consecuencia de las lluvias torrenciales: también fallaron los protocolos y la gestión de la emergencia. Por eso reclamamos que se investigue, que se esclarezca todo y que se asuman las responsabilidades políticas que correspondan. La ciudadanía merece saber toda la verdad. La recuperación solo será posible sobre la verdad, la justicia y la reparación para las víctimas de la DANA.

Aun así, en medio de la tragedia, surgió lo mejor de nuestra sociedad. Miles de personas voluntarias, se volcaron para ayudar, limpiar, reconstruir. A su lado, los servicios públicos y sus profesionales demostraron, una vez más, que son el pilar de nuestro bienestar común. Su entrega, su humanidad y su profesionalidad nos devolvieron la esperanza cuando más la necesitábamos. A todas esas personas, este Primero de Mayo también va dedicado.

Ahora, mientras miramos hacia adelante, somos conscientes de los grandes retos que tenemos por delante. Porque además de defender los derechos laborales y sociales, también tenemos que proteger nuestra convivencia frente a quienes siembran odio y miedo. No podemos mirar hacia otro lado ante el avance de la ultraderecha, ante los discursos de los apóstoles del miedo que alimentan el racismo, el machismo y la intolerancia. Tampoco podemos caer en la trampa de la antipolítica, esa que intenta desacreditar todo lo público, todo lo colectivo, para imponer un modelo basado en el individualismo y la desigualdad.

Hoy más que nunca, frente al ruido, frente al miedo, frente al odio, reivindicamos la política como herramienta de transformación, de justicia y de esperanza. Reivindicamos el sindicalismo como la fuerza organizada de quienes creen que otro futuro es posible.

La reducción de la jornada laboral es uno de los pasos que tenemos que dar. Trabajar menos para vivir mejor, para repartir el empleo, para cuidar nuestra salud. Una jornada de 37,5 horas semanales es una reivindicación justa, posible y necesaria.

Recuperar el poder adquisitivo de los salarios es otro gran desafío. No puede ser que mientras unos pocos se enriquecen más y más, millones de personas vean cómo su esfuerzo cada vez vale menos. Defender salarios dignos es defender la dignidad de la vida.

La vivienda, la sanidad, la educación, las pensiones, el medio ambiente, los cuidados… Cada uno de estos ámbitos es una pieza fundamental del bienestar colectivo. Y cada uno de ellos necesita políticas valientes, capaces de poner en el centro a las personas y no a los mercados.

Siempre con una mirada feminista, porque sabemos que sin igualdad real entre mujeres y hombres no hay democracia verdadera, ni justicia social, ni libertad plena.

Por eso, este Primero de Mayo, reafirmamos el valor imprescindible del sindicalismo de clase. Frente a los que nos quieren débiles, divididos o callados, nosotros respondemos con solidaridad, con organización y con lucha.

Este Primero de Mayo tiene un significado especial. No solo por todo lo que hemos vivido, sino por todo lo que todavía tenemos por construir. Porque sabemos que los derechos conquistados no son inamovibles. Que cada generación tiene la tarea de protegerlos, de ampliarlos, de adaptarlos a los nuevos tiempos. Y porque sabemos que el futuro justo, igualitario y digno que deseamos, no nos lo regalará nadie.

Este Primero de Mayo saldremos a las calles por salarios dignos, por la reducción de jornada, por mayor seguridad y salud en el trabajo, por el derecho a la vivienda, por la educación y la sanidad públicas, por la igualdad, contra la violencia machista, por el planeta, por la memoria de quienes ya no están, por quienes lo dieron todo en momentos difíciles, y por quienes siguen creyendo en un futuro compartido sobre la base de la justicia social.

De nuevo, el Primero de Mayo es un recordatorio de todo lo que hemos sido capaces de conseguir cuando los trabajadores y las trabajadoras hemos avanzado juntos. Y también una promesa: la de seguir defendiendo con coraje, con esperanza y con dignidad lo que somos.

Ahora más que nunca, toca proteger lo conquistado y ganar el futuro.